"La corrupción tiene cara de hambre y no piensa el futuro", por Marcelo Medrano

Algunas palabras para llenar el vacío

Hay muchos conceptos vagos, cada vez más, conceptos que vaciamos de contenido y significado, que sirven para repetirse en cuanto lugar haya más de una persona pero que no muestran nada; carecen de representación real; de ideario de combate. ¿Corrupción? Les suena.

La corrupción, generalizada e institucionalizada tiene varios efectos.

El enorme flujo de valores que no ingresan al erario público para volcarse en variados circuitos de destinatarios, o flujo de valores que ingresa directamente al patrimonio de un funcionario para que haga o no haga algo propio de su función, en una reduccionista definición de un tema tan complejo. Valores que lógicamente no van a los subsistemas que los necesitan –salud, educación, vivienda, proyectos, producción.

La corrupción atenta contra la inversión, afecta la producción, traba y desincentiva inversiones e intereses legítimos, produce aumentos de costos y servicios, etcétera, etcétera, etcétera.

En términos políticos, socava la estructura social, y las bases mismas de la democracia. Esto, que también a menudo escuchamos, no es ni más ni menos que identificar la política y las funciones estatales con la corrupción. Y en términos culturales, pensar que si los que mandan (gobernantes o privados poderosos) usan lo público como privado, nosotros podemos hacer lo mismo, en menor escala claro. Significa falta de reglas claras en el juego social; de buenos ejemplos, de conductas honestas a imitar, de objetivos y comportamientos comunes a todos los ciudadanos.

Hay algunas normas e institutos

Específicamente el aprovechamiento indebido de una posición de poder público con el objetivo de obtener un beneficio particular, cualquiera sea, se denomina corrupción administrativa. Previsiones normativas e institucionales para prevenirla, reducirla o enfrentarla existen. La constitución nacional –principio de transparencia esencial al sistema republicano-; Convención de las Naciones Unidas contra la corrupción –aprobada por ley-; Convención Interamericana contra la corrupción –aprobada por ley-; leyes generales y particulares; órganos de control externos, internos; declaraciones juradas, programas, auditorías; delitos que engloban conductas propias, delitos específicos. En la Provincia, especialmente bajo el Título VI de la Constitución Provincial, ORGANOS DE DEFENSA DE LOS INTERESES DEL ESTADO Y DE CONTRALOR, la Fiscalía de Estado, la Contaduría General y Tesorería, el Tribunal de Cuentas. Además de los artículos que prevén la remoción y enjuiciamiento de funcionarios por mal desempeño o comisión de delito, pudiendo ser acusados por cualquier habitante de la provincia. Igualmente en el ámbito del Poder Judicial, Ministerios Públicos Fiscales, con una fiscalía especial de delitos contra la administración pública.

La realidad

El entorno diario, lo que respiramos cada día, es parte de nuestra estructura social y cultural, la reflejan e inciden en ella.
Las repetidas y conocidas frases que conforman nuestro inconsciente y consciente en la expresión me eximen de mayores comentarios. “Todos lo hacen”, “para que denunciar si acá nunca pasa nada”, “siempre fue igual”, “roban pero hacen”, “todos necesitan caja”, “es un fenómeno mundial”, “ellos siempre van delante”, “es imposible controlar y ni hablar de castigar”, “son todos de ellos –en referencia a órganos de control e investigación-, si nadie quiere que los controlen”, “ahí no te metas”, “vas a aparecer en una zanja”, “es tan pero tan difícil”, “calladito que usted no vio nada”, “menos pregunta dios y perdona”, “fue un vueltito nada más”, “no, si lo voy a pagar de mi bolsillo”, “si querés hacer negocios funciona así”, “ ¿y por qué a mí si otros se la llevan toda? ”, y todas las que quieran agregar a la lista, garantizo que son cientos.
Como es imposible por razón de espacio profundizar en todos los aspectos vinculados mencionaré solo uno, conclusión de un seminario de criminología: “estamos fuertemente marcados por la identificación de las clases marginales como aquellas en las que se genera el problema criminal: el delito es el destino social de los pobres, y de ellos es menester defenderse. No así de la corrupción o los fenómenos criminales que se despliegan en torno a la utilización de la ley y del Estado como su campo de operaciones. Pero no es sólo una equivalencia formal o metodológica la que importa, sino el hecho, por lo menos en la historia reciente de las sociedades latinoamericanas en general y en la de Argentina en particular; de que esta última expresión criminal es la generadora directa de las situaciones de exclusión social”.

En otras palabras, concentramos toda nuestra energía en los “muchachos con pasamontañas”, y en la coyuntura en la edad de la punibilidad o los cortes de ruta. Conflictos que desde ya hay que resolver (expreso esto con el deliberado propósito de evitar los comentarios posteriores acerca de “como se nota que a usted nunca le robaron o bien que nunca lo agarró un piquete”, ambas me sucedieron por cierto). Y la corrupción continúa siendo un estándar difuso, una estadística numérica, una abstracción, solo un tema para charlas de café. Por lo demás, para hacernos cargo, quienes por acción u omisión intervienen en actos de corrupción de magnitud, en general, no nos van a encañonar en la calle, visten bien, y en definitiva, se trataba solo de una decisión política, económica o normativa en el siempre difícil escenario de un mundo complejo y globalizado…

Pensemos

Solo dos propuestas, por ahora.
Algún día hay que empezar a caminar, en la esfera individual o colectiva, constituir una práctica de la denuncia, el control, el diseño, las exigencias ciudadanas a los estamentos públicos, en principio, en torno a la corrupción administrativa. Con corrupción e impunidad no puede haber auténtica justicia y verdadera democracia.

Trabajar fuertemente en la educación y la cultura; que nuestros hijos internalicen hábitos contrarios a la corrupción; en última instancia los únicos responsables de lo que nos sucede somos nosotros, responsabilicémonos para cambiar la historia.
Quizás un buen comienzo sea ponerle imagen a la corrupción. Cada moneda que va a la alcancía de la corrupción no ingresa para salud, educación, vivienda, trabajo, cultura, recreación. Por eso, pongámosle cara, la corrupción tiene cara de hambre y no piensa el futuro.

MARCELO MEDRANO.-

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